Si es desde un lugar primeramente afectivo (por aceptación o rechazo), lo más probable es que, en bloque, aceptemos o rechacemos lo que un otro diga o haga, casi físicamente imposibilitados de poder matizar. Nada hará que podamos corrernos de nuestro concepto, juicio, preconcepto o prejuicio. Nada que no incluya una fuerza afectiva en sentido opuesto a la que tenemos. Ahí quizá se abra una brecha.
Si es de un lugar, primeramente racional, lo más probable es que no nos demos cuenta que lo afectivo/pasional nos tiñe esto también y que, al fin y al cabo, no somos tan racionales: alguien reivindica el terrorismo de estado y no le doy otra chance porque es irracional. O porque no me banco que pueda haber alguien tan obtuso como para despreciar la democracia. Pero si un otro reivindica a los grupos extremos de izquierda, capaz que puedo entenderlo. Pero no porque me sea más entendible, sino por otros motivos no tan simples y acotados.
¡Calláte, loco!
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