Por identificación u oposición con lo que veían en el escenario, las personas purificaban, exorcizaban, diríamos hoy, sus propios demonios o fantasmas. La fantasía representada servía para eso, dicen.
Hoy, TV mediante, creo que se da inversamente: los demonios que salen de las pantalla nos invaden, y se nos confunden las cosas: cuesta distinguir fantasía y realidad.
Socorro.
Socorro.
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