Se viene el día de la madre. Mi misión, lograr que madre desista de amasar y cocinar -en parte para aliviarla, en parte para ponernos a salvo de cualquier inconveniente -que prepare menos y nos quedemos con hambre, que ponga azúcar en lugar de sal, que se pelee con padre y deje todo a la mitad- y averiguar qué quiere de regalo.
Confabulamos con mis hermanas y como innegablemente soy el preferidísimo, allá vamos.
-Ma, antes que te regalemos cualquier cosa, ¿querés o necesitás algo?.
-Sí, no, no sé... Ah, unas bermudas.
Intento que la cara de sorpresa no me delate. Mamá tiene 73 y la verdad, no esperaba oír bermudas. No sé por qué pero esperaba perfume, cartera, algo más de señora.
-Ok, ¿qué talle?
-Ni idea, la verdad que no sé.
Bien, ahora no sólo tengo que comprarlas sino adivinar. Y sumar algo más a las bermudas, lo cual me consumirá la poca imaginación que tengo. Sigamos.
-Che, ma, pensábamos que mejor no cocines, no te tomes el trabajo, hacemos un asado...
-Nonono, yo quiero amasarles, tengo ganas. Vos después los cocinás, pero yo quiero amasar...
Listo, me mató que tenga ganas, que quiera amasar para 15. Y a sus 73...
Vamos por las bermudas.
13 de octubre de 2011
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