Y me resuena algo que es paradoja cotidiana: ¡cómo nos molesta y cuesta la otredad del otro!. Cómo, a pesar de los discursos políticamente correctos de diversidad y tolerancia, no nos bancamos fácil lo-que-no-es-parecido-o-igual-a-lo-de-siempre.
Es lo dificultoso de la comunión: mantener la tensión entre lo múltiple y la búsqueda de lo uno; no renunciar/anular ninguna de las puntas. Arduo, tenso, trabajoso.
Vamos por eso.
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