Hace ya unos cinco años que está viviendo en Mallorca. Cada tanto viene por estos pagos, no tan seguido como quisiera/mos. Se fue siguiendo a sus hijos, en esta migración a la inversa tan argentina siglo XXI.
Lo loco que "la pensé" una mañana y esa tarde me llamó, avisando que andaba por acá. No es la primera vez.
Pasó el domingo por la comunidad: donde siente su pertenencia, su casa. Abrazos, besos, encuentro brevísimo con promesa de otro.
A las corridas, como siempre, con mucha necesidad, diría, pudimos tomarnos un mini tiempo para encontrarnos, charlar, desayunar. Estaba también Ricardo, su marido.
Está bueno escuchar sus cuentos de allá; está bueno, que escuchen otros cuentos de acá.
Al despedirnos como si nada -no seamos tan melodramáticos pareciera ser el lema-, me dice Ricardo:
-Tenés casa en la isla (por Mallorca).
Que lo diga él, parco, me desarmó.
No lo dudo. La tengo.
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