Pero llega un punto en que está bueno que veamos que las cosas, algunas al menos, no son tan simples. Que las personas, la historia, los acontecimientos, tienen miles de matices, de acentos.
Que nosotros mismos los tenemos; eso no nos hace mejores, peores, buenos o malos.
Si un país, un ejército haciendo espionaje, ataca y mata al enemigo, sin un juicio, sin permitir que el otro se defienda de su tremendo crimen, eso no hace bueno a uno ni malísimo al otro.
Creer que sí es un reduccionismo tremendo.
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