Me quedaba con el oxímoron luz tenebrosa.
Más allá de lo evidente, me parece que tiene que ver también con la manera en que don Ernesto, y muchos con él, atraviesan la vida.
Personas que, con pathos se meten en la vida, en la pasión por la existencia aún cuando lo que perciben, lo que viven, es caos, sin sentido.
Gente que anima a otros estando ellos mismos en desesperanza. Gente que contagia vida aunque sientan que están coqueteando con la muerte. De un modo insólito y misterioso, con sus cruces, desde sus cruces y sus heridas, curan.
Eso es lo que los hace humanos y luminosos: no lo impoluto, sino lo agónico, lo traspasado de sus existencias.
Gente imprescindible, dirían por ahí.
2 de mayo de 2011
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