Esperar un llamado roza la eternidad. En dos suspiros el que ayer teníamos en brazos termina el colegio.
Ante un test de embarazo se detiene el reloj. Lo mismo en la sala de espera del médico. Una vez que aparecen o no las rayitas o nos revisan, se precipitan los segundos.
Los últimos cinco minutos de la semana laboral duran lo que la misma semana. El fin de semana, cinco minutos.
Ni hablar de lo que tardábamos antes en ir de Navidad en Navidad: parecería ahora que hay varias por año.
No somos nada. O somos demasiadas cosas.
2 comentarios:
Tal cual! Tanto pasa entre una Navidad y otra...Además a mi queda como punto de referencia entre el resto de los días rutinarios y pasajeros. Me encanta como describís la relatividad del tiempo.
Es posta, me pasa con los recuerdos sobretodo, estoy convencido que son como un “gran fichero” en el que la mente decide donde y como guardarlos, y que no tienen nada que ver con la cronología, algunos quedan allá a lo lejos y otros parecen ayer.
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