Treinta años
atrás nacía mi primera sobrina. Inesperado el parto. Un embarazo que
transcurrió a más de mil kilómetros. Mi hermana mayor y su marido recibieron un
llamado telefónico avisando que había una beba esperando a sus padres. Allá
fueron.
Volvieron a la
semana, muy cerca de navidad, con un bulto minúsculo, con una pelambre
negrísima, mínima bebé en un moisés que parecía enorme. Habían –habíamos- adoptado a Natividad y se estrenaban todos los parentescos:
primer hija, nieta, biznieta, sobrina…
En la inmensa
maraña de primos y tíos estrenábamos un vínculo no sanguíneo. De buenas a
primeras se inauguraban un montón de sentires, amores, cariños. Aparecieron
palabras que se hicieron cotidianas: adoptar, Neuquén, mapuche, sur, tenencia,
Nati.
Treinta años
después, ella misma es madre de dos niñas que corrieron los parentescos un
grado más: de padres a abuelos, de hermano a tío, de abuelos a bisabuelos, de
tíos a tíos abuelos.
Bendecidos.
1 comentario:
Cada día me asombro más con estas maravillas de nacimienttos. Y me confirman que en verdad la paternidad, maternidad, y todos los parentezcos son siempre adoptivos y electivos: uno elije ser padre, madre, etc, o no; y luego lo adopta, o no.
Aun las maternidades y paternidades sanguíneas para que sean verdaderos vínculos deben ser aceptadas y adoptadas.
O algo asi.
Felicidades a toda tu familia y a vos tio y tio abuelo.
Publicar un comentario