Murió Mandela. Supe de él en primer lugar mediante Desmond Tutu, el arzobispo anglicano Nobel
de la Paz, negro también, luchador como él contra el apartheid.
No sé mucho sobre él, pero hay algo que me atravesó cuando lo conocí: que el señor este, luego de 27 años de prisión, luego de una vida de segregación, luego de que lo hicieran sentir extranjero en su patria por su color -cuando los extranjeros eran los blancos-, luego de todo eso, no se vengó, no quiso revancha al ser el primer presidente verdaderamente democrático, no se enquistó en el odio sino que tejió comunión, reconciliación.
Me descolocó su grandeza en ese momento. Me descoloca ahora, cuando me siento enmarañado en rencores y mezquindades por cosas mínimas, ínfimas.
Que muchos, muchas recojan su espíritu, sean -seamos- cubiertos con su manto.
Amén.
6 de diciembre de 2013
El manto de Elías (2Re 2)
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Céteris rebus,
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1 comentario:
Que así sea.
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