Unos meses después, ya acostumbrada a sentirse mejor, le cuesta un poco distinguir una tristeza legítima como la que produce un duelo de un síntoma de bajón depresivo. La alegría de encontrarse con su hijo que vuelve después de meses sin dar señales de vida se le confunde con un estado maníaco. Tiene miedo de sus emociones: tanto tiempo sintiendo picos y pozos hacen que desconfíe de ella misma.
3 de marzo de 2014
Montañas y valles
Una señora que acompaño hace un tiempo decidió -animada por mí- consultar con un psiquiatra. Fue diagnosticada bipolar. Cuando me lo contó, ya hace un tiempo, se sentía aliviada al entender que mucho de lo que sentía o le pasaba no era su responsabilidad sino que era parte de su enfermedad. Comenzó con la medicación y en muy poco tiempo le cambió notoriamente su calidad de vida.
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