Cuando puedo trascender momentáneamente mi metro cuadrado mental me encuentro con miradas nuevas, sabores diferentes, experiencias muy otras que enriquecen, desafían, conmueven, renuevan, angustian, cuestionan, sacuden.
En la inmensa variedad de lo humano, con todo lo que tiene de bello, doliente, superador, desconcertante, hay abismos apenas explorados.
Por eso no deja de asombrarme cuando me cuesta trascender mi metro cuadrado para entender la maldad, la aberración del desprecio por la vida ajena. No hablo del pibe que roba para drogarse -tópico prejuicioso de toda clase social-, sino del narco malnacido. No de la mechera que roba en el supermercado, sino del CEO del mismo supermercado que acapara productos.
De a ratos me siento muy inocente e ingenuo. Sé que no lo soy. Me desconcierta.
1 de marzo de 2014
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