Si quiero enhebrar el hilo en la aguja con los anteojos de ver de lejos y no puedo, la culpa no es de la aguja ni del hilo. Con los anteojos de sol, todo se ve más oscuro, teñido. Si quiero ver mejor los colores, es preferible que me los saque, aunque sea un par de minutos, y me adapte al sol. Son necesarios, sirven, nos sirven. Y también nos acostumbramos tanto a ellos que nos resultan casi connaturales.
Como los mismos prejuicios, preconceptos: naturalizamos nuestro lugar, postura, ideología y es casi imposible desprenderse de ellos aunque sea un ratito. Todo un ejercicio.
2 comentarios:
Hace mucho que no entraba, me gusta leerte porque comparto muchas de las cosas que escribís y describís tan clara y concisamente.
Saludos
Gracias, Bel; que pases y comentes algo tan simple y halagador, es un regalo. ¡Saludos!
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