El cuco, el hombre de la bolsa, los ladrones, el anticristo u otro monstruo de película o real invadieron mis noches infantiles. Una charla de los adultos oída al pasar, una estrategia de los mayores para que no moleste y duerma, una confidencia de un compañerito que vio un monstruo de veras. La sombra de un árbol, el ruido de los gatos en el tejado, los pasos que retumban en la vereda, explicaciones irracionales para el miedo enorme del pequeño.
Tiempo después, algunos monstruos sé que no existen, otros me los cruzo a diario, otros me los encuentro cuando me cepillo los dientes o me peino, algunos no sé aún si son o no reales. El miedo es y no es el mismo. Pero invade las noches adultas.
17 de diciembre de 2012
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