Cerca de la casa de mis padres había una tintorería atendida por japoneses, cliché si los hay. No está más el negocio, pero el señor sigue cuidando los árboles de la vereda. Ya no son los bonsais increíbles que crecían entre vapor y olores a solventes, sino árboles 'en serio'. Con una dedicación claramente oriental y una paciencia más oriental aún, los poda con unas tijeras mínimas, los cura con unos líquidos que pincela, los modela según su capricho.
¿Cuál es, pensaba ayer al pasar por ahí, la diferencia entre cómo manipula la naturaleza este señor y cómo lo hacen/hacemos otros? Acá hay algo de arte, de dedicación, de entrega, de belleza. De respeto a lo dado y de sinergia, de trabajar junto con lo dado. Cierto respeto. Por ahí, me parece, pasa la cosa.
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