Es casi un hecho científico: para la gran mayoría de la población humana, lo que piensa o cree es más real
que la realidad misma. Y si la realidad no se ajusta a mi creencia, es la realidad la que está mal.
Ejemplo: creo/pienso/imagino el tomate cuesta, ponele, $32. Lo creo sin haberme acercado a la verdulería para saber o averiguar. Y si me dicen que no, me enojo.
Creo/pienso/imagino que, como no veo hace unas semanas al vecino, debe estar muerto o internado. Por las dudas, no toco el timbre en su casa, porque deben estar tristes.
Creo/pienso/imagino que si alguien dice no me gustan los pájaros es alérgico a las plumas, por eso debe tener almohada sintética.
Insisto. No importa la realidad, lo que pasa, lo que es: importa lo que creo.
Creo.
19 de diciembre de 2012
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