Por el tiempo que dure la fiesta -minutos, horas, días-, se vive diferente, con una lógica diferente, en un ritmo diferente.
Nuestras fiestas, apenas son espacio de distracción, de enajenación. La antifiesta. Si unos celebran, otros deploran. Si estos otros hacen fiesta, los primeros pagan real o simbólicamente los costos. Peor aún: nuestras fiestas son obligadas, obligantes.
Entre la lógica del mercado y del consumo, de la superación violenta del otro, del deber celebrar como imperativo, algo se pierde.
Busquemos.
Entre la lógica del mercado y del consumo, de la superación violenta del otro, del deber celebrar como imperativo, algo se pierde.
Busquemos.
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