Los motivos que animan a las personas no son, como pretendemos muchas veces, químicamente puros. No hay puro desinterés, puro amor al otro, puro despecho. Hay mezcla: nuestro ego, nuestras historias, nuestras necesidades que por ahí desconocemos... Y no está ni bien, ni mal. Pasa. Nos pasa.
Pero no por eso dejamos de intentar. Si pretendiéramos alcanzar la pureza para comenzar a andar, nos paralizaríamos.
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