Ayer pasó María, una señora bastante pobre, de esas a las cuales la vida la muele a golpes. Me dejó una bolsita de papel con algo que, apenas me lo dio, no vi bien.
Cuando subí a casa, a la noche, abrí la bolsa: eran dos conos de hojaldre rellenos con dulce de leche. Una pavadita, claro. Pero un gesto ¡tan grande! viniendo de ella, de su pobreza. Un gesto que es cariño, recuerdo, reconocimiento, agradecimiento...
Estas cosas me desbordan.
30 de mayo de 2012
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