La opinión está entremezclada y confundida con la certeza: si yo opino sobre algo, por la misma definición, no estoy haciendo ciencia. Hablo de lo que creo, me parece, percibo.
Si afirmo, si tengo certeza, es otra cosa: es así y no de otro modo. Yo no opino que tengo padre y madre; yo sé, afirmo, certifico que los tengo.
La opinión basa su saber en encuestas, y cree que las encuestas reflejan o hacen a la realidad; no distingue gradaciones: tiene la misma certeza la fuerza de gravedad que la vida en Urano.
Yo puedo opinar, intentar un acercamiento, sobre, por caso, economía mundial. Puedo hablar de lo que me parece. Ahora, por más que opinemos, se nos escapan muchas, demasiadas puntas como para poder pontificar.
Si pudiéramos distinguir eso, simplemente eso, ya sería mucho
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