Las publicidades de aguas, yogures, probióticos, celulares, productos para el pelo... proponen comprar experiencias. Hacer la experiencia de tener tal marca, tomar tal agua, usar este champú. El producto pasa a ser un medio para sentir, conseguir, pertenecer.
El producto se compromete a dar algo más allá de sí mismo: el agua no hidrata o quita la sed, sino que conecta con la montaña; el celular, teje la red de contactos pretendiendo tejer vínculos.
La prostitución de los objetos.
13 de noviembre de 2011
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