Aparecen en el baño, la mesa del comedor o la cocina, otra pequeña estantería, el bolso o mochila que me acompaña. Algunos están en el exilio del préstamo, confiando en la vuelta. Otros ya perdidos.
Sumemos la virtualidad que está en el rígido de mi computadora: no los posibles, sino los pdf, doc, páginas descargadas.
Entiendo que lo mío es rayano con la avidez, seguro. Pero cuando me encuentro con alguien que no sabe leer no puedo dejar de pensar en los mundos que se le niegan; cuando con alguien que no gusta de la lectura, los mundos a los que se niega.
Historias, noticias, aprendizajes, información, vuelos, dolores, hermosura, verdes, números, deseos, traición.
Cabe tanto en una página.
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