Ha muerto ayer María Elena Walsh. La primera noticia la tuve leyendo la web del gran diario argentino (¿?) que la llamaba "autora infantil", corregido luego, un poco más acertadamente, "genial autora". El primer titular me causó vergüenza ajena. El segundo, fue más cercano.
Así como me enojaba no acordarme en jardín de infantes la letra entera de "Canción para tomar el té", hermosa, anodina, así también me parecía de una ironía sublime "En el país de no me acuerdo". Y si "El brujito de Bulubú" inquietaba con sus brujerías, más me inquietaba pensar o pensarme oyendo "La cigarra". Si a veces "El twist del Mono Liso" me hizo bailar, muchas más veces necesité quien me acompañara "porque el camino es árido y desalienta y porque la vida es poca, la muerte mucha".
Claro, se puede optar por lo inocuo de "La vaca estudiosa", seguro. Pero es achicar el brillo intelectual, ciudadano y artístico de quien, incluso en clave de infancia, nos ayudó a crear, creer, crecer... Resistir y existir.
11 de enero de 2011
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