Retomo -en realidad, nunca lo largué- eso de lo complicado que es "la recta interpretación" de la palabra del otro, de la otra. Muchas veces, cuando estoy con alguien, pido que me repitan lo que han dicho, que lo reformulen. Otras, repito lo que dije de otra manera, hasta estar seguro -lo más seguro posible- de haber entendido o sido entendido.
Y vuelvo a la palabra desnuda, ese imposible: cómo aferrar, soltar, acariciar la palabra; no por sagrada, sino porque en ella va y viene algo nuestro. Por eso soy de pocas palabras; por eso la abundancia me abruma. Porque si son sustanciosas, con pocas bastan; porque si son vacías, me ahogan.
¿Qué escuchás en el silencio?.
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