Tengo que preparar algo para la presentación del libro escrito por chicos y chicas del Apoyo.
Pienso, doy vueltas, vienen y van las ideas, las imágenes. Escribir, para ellos ha sido un ejercicio de soñar, crear, ordenar, pulir, contar, confiiar...
Ineludiblemente la cabeza me vuela a lugares familiares para mí, la escritura y la Escritura. Veo, percibo, cómo ambas son parte de este proceso interminable de querer nombrar la realidad, poner descubrir cierto orden; hacer del caos algo más o menos manejable, abarcable.
Para eso es que la palabra deviene, es. Ayuda a que algo nuestro toque alguna trascendencia. Por eso me molesta, veo, la palabra liviana, displicente, hueca. Sin peso y, por eso, insoportablemente densa.
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