En algún rincón del cerebro, cerca de dónde se unen la columna y el cráneo, del lado derecho, se alberga la voz que se remonta, quizás, a lo más remoto de nuestras vidas.
Ahí están los primeros retos, las primeras miradas, las primeras leyes. Algún susto atávico, alguna bajada de línea.
Es el lugar donde sentimos la mirada ajena cuando estamos de espaldas; donde se hunde la carne al ser horadada por los ojos del otro.
Ahí se albergan los miedos y tiene morada la inseguridad. Ahí es donde somos niños pequeños, asustadizos. Y ese formateo no se borra tan fácil.
10 de noviembre de 2010
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