"Tenía a su madre internada y el pronóstico era complicado. Los médicos no aseguraban que pasase el fin de semana. Tanto él como su madre son cristianos, muy creyentes y practicantes. Buena gente.
El fin de semana pasó sin novedades, buenas o malas. Pudo incluso hacerse un rato para ir a misa cerca del sanatorio.
El lunes pensó pedirle al sacerdote de su comunidad que pasara a ver a su madre, lo haría esa tarde: cuando fuera para su casa pasaría por la parroquia y le avisaría.
Llegó a su casa y sonó el teléfono. Era del sanatorio; su madre había muerto. Colgó y se puso a llorar. Lloraba la muerte, por un lado, pero más aún el miedo de que, al no haber recibido la unción de los enfermos porque no pudo llegar a avisarle al cura, su madre se hubiese ido al infierno.
Una de dos: o su madre o su dios eran una mierda".
Lo pongo como cuentito, pero no lo es.
Y no es Galeano.
5 de agosto de 2010
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