Se desprende de lo anterior pero le doy como otra mirada. Ya no como opuestos irreconciliables, sino como parte de lo que soy, de lo que somos. No como uno u otro, como rigidez o flexibilidad ajena o propia, sino como estrategias de vida. ¿Cuándo es que rompemos caparazones y comenzamos a sentir la piel?; ¿cuándo volvemos al caparazón? .
Rompo, siento que rompo el exoesqueleto/caparazón -o elijo quitármelo- cuando me lo humano me atraviesa. Y vuelvo a él cuando lo humano me agobia.
Curiosamente lo mismo. Si no me lo quito, no hago comunión; si no lo uso de cuando en vez, me diluyo. Como si el mismo y único movimiento llevase a velar y desvelar, a exponer y cubrir.
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