El exilio, decía, fue clave en la autocomprensión de Israel, y fue momento de opciones. Básicamente, se decantaron en tres grupos:
- los que se amoldaron a Babilonia, olvidando su origen
- los que optaron por distinguirse como pueblo y raza, acatando a rajatabla la ley
- los que recrearon/renovaron su ser pueblo de Dios en esta nueva coyuntura
De los primeros, no queda memoria; de los segundos, tenemos el grupo que decanta en los fariseos del Nuevo Testamento y otros grupos más o menos radicales; de los terceros nos llegan las voces desde perlas del Antiguo Testamento.
Extrapolo. En nuestra situación de "exiliados", con paradigmas cambiantes, con eso tan difuso de la posmodernidad que difumina bordes, con las experiencias más globales (we've got the all world in our Palms, parodiando la canción), las antípodas a la vuelta de la esquina. En esta situación, ¿cuáles son nuestras opciones?.
Veo, palpo, que se reeditan:
- un post cristianismo decepcionado, que en el mejor de los casos, deviene humanismo genuino, y en el peor, individualismo extremo
- los fundamentalismos que reaparecen variopintos en las grandes religiones (Islam, Judaísmo, y las diversas confesiones cristianas)
- una búsqueda más ecuménica, holística, diría, que integra lo nuevo y lo viejo, buscando modos de re-nombrar, celebrar, encontrar, descubrir la presencia inmarcesible de quien es siempre nuevo y viejo
Está de más decir dónde me planto. Está de más decir que somos muchos. Está de más contar cuánta vida se encuentra.
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