Vía Facebook, Santiago había visto unas ¿pelis? stop-motion primitivísimas que hice con Playmobils. Le gustaron, me contó la madre. Cuando nos encontramos ayer, conociéndonos casi, me regaló un Playmobil que trajo para mí. Casi lloro de emoción: lo armó -junto a su hermana-, me lo dio, se lo agradecí: un cowboy con cara de malo, sombrero y rifle (no es el de la fotito).
Mientras almorzábamos al aire libre, con solcito y brisa, me lo pidió. Comenzó a sacarle fotos con la tablet, lo corría, acomodaba, acercaba. Los grandes seguíamos charlando cuando nos mostró una maravilla que había hecho ahí mismo: el muñeco caminaba por la mesa, empujaba el servilletero, lo rodeaba, bajaba caminado por el brazo de la silla y desaparecía debajo de la mesa. Bellísimo. Le pidió a Mariana su teléfono -el de él- y me mostró otro que había hecho tiempo atrás en su casa: un muñeco iba hacia su casa rodante, entraba, cerraba la puerta, se acomodaba, manejaba... No sabía cómo decirle cuánto me gustaba lo que me estaba mostrando.
Ya en casa traje mis muñecos -hombre grande...- y les dije que eligieran. Fianna no dudó; Santi no quería porque eran mis tesoros. No sé si se da cuenta de cuánto más me regaló.
Ya en casa traje mis muñecos -hombre grande...- y les dije que eligieran. Fianna no dudó; Santi no quería porque eran mis tesoros. No sé si se da cuenta de cuánto más me regaló.
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