No poder hilar dos, tres frases para decirse sin que haya que sacarlas con fórceps.
Nada difícil, algo tan simple como poder expresar una necesidad, como poder decir un pensamiento, como poder verbalizar un deseo.
No es cuestión ni de edades, ni de clases sociales, ni de universitarios o analfabetos. Es, creo, una dolorosa desconexión con el mundo interno, que enmudece. Otros dicen, hablan, expresan. Apropiamos esas palabras, esos decires como si fuesen nuestros.
Una forma de anestesia.
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