Reflejos, espejos, mutualidades.
Pasé a saludar a Mariana, Rory y los peques, que regresan a Manchester. No hacía calor, pero los niños disfrutaban la pileta. Tomamos unos mates, para darnos un tiempo de yapa.
Pasaron Santi y Fianna envueltos en sus toallas. Eduardo iba y venía. Zully, lúcida como siempre, acotaba cuando nos quedábamos a solas. Se mezclaban el inglés y el español. La mesa, siempre, lugar de comuniones.
Volví a atravesar una puerta y a despedirme, como mil veces, a dar un abrazo, como mil veces, con promesa de reencuentro. Celebrando este presente bello y arduo. Caminé una cuadra caminada mil veces, esperando el colectivo, como mil veces.
Un maremoto de emociones, ideas, sensaciones, me atravesaban: gratitud, fidelidad, gozo, sacralidad, presencia, un atisbo de tristeza por la distancia, un caudal de alegría por lo compartido. Me acordé de un pedacito de un salmo: "el sembrador va llorando cuando esparce la semilla, pero vuelve cantando cuando recoge las gavillas" (Sal 126).
Tiempo de cosecha serena, calma, agradecida.
Gracias.