Cuando muere Eva Perón, jovencísima, una de las maneras del justicialismo para perpetuar su memoria fue embalsamar su cuerpo.
Con la revolución que derroca a Perón, comienza el derrotero del cadáver. Militares, sindicalistas, obreros, el viudo, el partido justicialista, todos desean apropiarse del cadáver para desaparecerlo, ocultarlo, erigirlo, desterrarlo, venerarlo.
Cada quien, a su manera, ve en este cuerpo/ícono la justificación de su desprecio, idealización, duelo, odio, amor. Cada quien con igual fuerza, con motivaciones espejadas, simétricas.
La historia se repite: la elección de Jorge Bergoglio como papa, más allá de lo que él haga o diga, da para todo. Desde varios lugares intentan apropiarse de este cuerpo/ícono -viviente, en este caso-.
Cada quien ve canonizado su desprecio, su odio, su argentinidad, su mirada sobre lo que la iglesia católica es o debería ser, su prejuicio, su juicio. O sea.
Gracias, paso.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Paul, me parece que es un común denominador en las figuras mas conocidas en este país, lo mismo pasa y pasó con Maradona, Messi o el Che por nombrar algunos...
Ecco.
La analogía la noto más, quizá, en este caso por lo ¿burdo? de los modos.
Gracias por pasar, como siempre.
Publicar un comentario