En mi barrio viven muchos inmigrantes italianos y algunos españoles, la mayoría bastante mayores. Muchos llegaron a Argentina huyendo de la II Guerra Mundial, del hambre, de la violencia, de la devastación. Llevan más de 50 años en el país. Con hijos/as, nietos/as argentinos, poseen la tierra y la casa que habitan, luego de haber trabajado.
Si los oigo despotricar contra bolivianos, peruanos, chinos, nuevos inmigrantes, me violento. Cuando se quejan y critican al país que los recibió y alimentó, me dan ganas de llevarlos de nuevo al puerto de Bs As.
Alguna vez intenté reflexionar con alguna de estas personas.
Inútilmente: los otros no son como ellos; son indios, cabecitas negras, bolitas...
Ya son otros.
19 de agosto de 2012
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