Terminé, la noche del miércoles, Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar. Un largo monólogo interno de este emperador, en el cual, de cuando en cuando, menciona a Marco como destinatario de estas palabras, de estas memorias.
Hacía años tenía el libro que literalmente, estaba hecho pedazos. Eso, capaz, me hacía evitarlo. Pero como de un tiempo a esta parte me propuse leer algunos clásicos, empecé. A las pocas páginas, había comprado el producto.
Adriano recorre su vida, desnudamente. Ya no hay nada que perder, no hay por qué mentir. Lo acompañamos en sus viajes, sus batallas, sus amores, sus estrategias pacificadoras. Para mejor, ¡tan bien escrito!.
Cuando hablo de placer, esto cuenta.
17 de agosto de 2012
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