Cuando veía que en ese momento no podía vivir lo que deseaba, que se le iba la vida en pequeñeces necesarias, cuando se enroscaba en minucias, cuentas, lo que fuere, miraba por la ventana, al cielo, al Cielo, y se decía: Ad maiora natus sum.
Lejos de la soberbia, cerca del humus, pero con ansias de mar abierto lo decía.
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