Los deseos prefabricados y en serie de estos días me tiran para atrás. Así como hay personas que para las fiestas se bajonean, a mí me da por ese lado. Entiendo que la costumbre sea fuerte, que haya cosas para comprar y vender, aunque no las necesitemos, que la tradición, blablablá. Además, la tradición edulcora y adapta, para que nos banquemos al que nace desplazado, pobre.
Por eso no quiero decir-me-les-nos ¡felices fiestas! o cosas así. Ni me quiero quedar en desear próspero año nuevo... Quiero desear en grande y poder hacer algo bueno por los demás, no por los demás que están en la abstracción, sino por esos cercanos que tengo.
Quiero intentar vivir como hermano, hijo, vecino.
Quiero poder hacer un bosquejo de Reino.
Quiero que podamos.
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