El viernes pasado Rocío, mi sobrina de 8, tuvo su muestra de teatro musical. Los distintos grupos -divididos por especialidades y edades- nos presentaban lo aprendido en el año. Loli protagonizó parte de Seusical, y me asombró su presencia y aplomo, sola al comienzo, en ese escenario enorme.
Sin embargo, la que se robó el show fue una enana de ¿5, 6 años? del grupo de danzas de las más chiquitas. Además de pequeñita, era como un peluche. Iba a destiempo pero hacía todo; se colgaba saludando; al rato miraba y seguía con el cuadro. Pero no dejaba de sonreír, enorme, como si lo que hiciera fuera lo más importante del mundo. Y estaba feliz.
¿En qué parte del camino lo olvidamos?. Por suerte, podemos recuperarlo: estamos a tiempo.
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