Para que haya fiesta tienen que suspenderse, por decir de algún modo, los roles o lugares que cada quien ocupa habitualmente.
Algo de lo que se tiene en común con otros es lo que está en el centro: una creencia, un hecho fundante, una fecha común... Este algo no pertenece a alguien particular, sino que es posesión de todos, del clan.
Se suspende, también, el tiempo. Para que haya fiesta, no puede haber apuro, las cosas van pasando, se dan a su debido paso.
No es raro, entonces, que tengamos tan poca fiesta...
27 de diciembre de 2011
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