Los nenes, jugando, aprenden a desarrollar la motricidad, a reconocer formas y colores, a ensayar, errar y recomenzar. A veces hacen trampa cuando descubren que forzando un poco el triángulo lo pueden hacer entrar en el lugar del círculo.
Los grandes tendríamos que volver a esos juegos pero para aprender a mirar la realidad y dejar que ella nos moldee, nos interpele, nos diga.
Lamentablemente, muchos quieren seguir haciendo encajar círculos en triángulos. Los cortan, los mutilan, rebajan, rompen... Todo sea para que las piezas encajen en mis esquemas.
Y si no encajan, es porque las piezas están mal.
No porque mis esquemas sean estrechos.
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