Y hoy el noble y el villano, el prohombre y el gusano bailan y se dan la mano sin importarles la facha. Juntos los encuentra el sol a la sombra de un farol empapados en alcohol abrazando a una muchacha. Y con la resaca a cuestas vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas.
Nadie puede ser obligado a la fiesta, nadie puede ser coaccionado a celebrar. Sólo si se entra en sintonía con el motivo de festejo, de celebración, se entra en comunión con el espíritu festivo.
Creo que parte del rechazo que muchos manifiestan estos días tiene que ver con lo impuesto del festejo.
Nada más lejos...
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