Cuando era chico -5-7 años, ponele- y miraba una película o la tele, me preguntaba cómo era que pasaban tantas cosas en tan poco tiempo, sobre todo cuando pasaban "a la vez". Leía cuentos o libros que narraban linealmente, de principio a fin.
Luego, más grande, fui entendiendo que las cosas pasan a la vez: que el tiempo no pasa por mí, sino que hay miles de yos simultáneos, con sus propias historias, sus cosas, sus idas, sus necesidades, sus vínculos: que en una novela pueden haber varios protagonistas con historias diferentes, en tiempos distintos. O que las películas cuentan una selección de hechos, no toda una realidad.
Si entendemos que somos en simultáneo con tantos otros y otras, nos ponemos en un circuito más humilde. Y agradecemos cuando las simultaneidades se cruzan.
16 de septiembre de 2011
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