Una pareja mayor bailando tango. Tango normalito, nada de show.
Simple, como cualquier pareja de abuelos: sin piruetas ni volteretas; sólo algún que otro firulete. Algo seduce y asombra. La sutileza de la seducción, el modo en que el varón lleva -sí, es una baile que machista, señoras-; la manera en que la mujer responde.
La mano en la cintura que con un levísimo toque anuncia lo que viene; el roce de las mejillas, la sincronía de los pies. El ritmo llevado en un apenas perceptible movimiento de hombros. Hipnotiza. Desborda sensualidad, complicidad, entendimiento.
Compañeros, que le dicen.
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