Sí, hay algo perverso en eso de afanarse por el pan cuando no tenemos tiempo para compartirlo. Y no tenemos tiempo para compartirlo porque para tener el pan, la comida, lo básico, hay que trabajar y producir. Para tener lo necesario y tantísimas cosas más que creemos necesarias. Por eso no tenemos tiempo.
El mediodía está casi perdido entre doble turno escolar y explotación (o no) laboral; la noche nos agarra cansados y como necesitamos silencio para distraernos, prendemos la tele y callamos a los demás. Los chicos, por suerte, tienen las suyas en sus cuartos. Masticamos algo a las corridas y desbandamos para la otra mesa, la del la tv.
Me encanta la tele, pero más las personas. O algunas, al menos.
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