Como los argentinos tuvimos pocos años atrás una dictadura atroz, en muchos lugares y de muchas maneras vamos ensayando consensos, participación, diálogos. Nos hace crecer mucho, sin dudas. Sin embargo, tiene su contracara: estamos muy sensibles a todo lo que suene autoritario. O desconfiamos de un modo adolescente de todo lo que parezca autoridad.
Lógicamente, esta desconfianza, que juzgo inmadura, lleva a que finalmente creamos que como somos todos iguales en derechos lo somos en capacidades o roles... y no, che, mirá vos qué cosa tremenda, no es así. Soy tan humano como, supongamos, la sra. presidenta, pero su rol y el mío son tremendamente distintos. Un niño puede opinar, sin dudas, sobre qué le gusta o no comer, pero no está bueno que lo decida él. Un jefe puede escuchar y comprender a su empleado, pero no por eso deja de ser jefe.
Me parece que nos cuesta asumirnos como adultos, responsables, interdependientes. No es simple.
2 de abril de 2011
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