En medio de ir para un lado y volver para otro, para volver a salir al rato para un tercero, me cruzo con una mujer mayor, arriba de los 75 años.
Me paro a charlar unos minutos. Me cuenta que estará sola al mediodía. Que estuvo enferma y nadie la visitó -porque no le avisó a nadie, claro, y fundamentalmente porque nadie la echó de menos-. Que se siente sola. Que ya está cansada de vivir así. Como la conozco, sé que hay algo de verdad y algo que no dice. Que su soledad de ahora es fruto de su manera de -no- vincularse.
Me siento abrumado por tanto panorama oscuro. Me da algo de pena escucharla. Pienso qué opciones hacemos, hago, para no llegar a estos paisajes.
Ojalá no.
Ojalá no.
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