Dejo de estar de acuerdo cuando descalifico a los que no tienen los mismos méritos porque, a mi entender, no se esforzaron como es debido y por lo tanto, no merecen lo que yo tengo.
Así se desprecia a los que no tienen las mismas oportunidades por razón de su origen, clase social, o lo que fuere. Así se sigue despreciando en masa a los que no llegan ni pueden llegar si no es con una mano.
La meritocracia -el liberalismo sabe de eso- lleva al individualismo extremo. Lo que logro, como lo logro por mí mismo, es para mí mismo: yo no tengo por qué sostener vagos, dice el que heredó apellido o bienes. El otro es enemigo o sospechoso. Puede sacarme lo mío. Puede llegar a ser como yo.
El mérito que quiero tener es ser humano, solidario, hermano.
Me sobra.
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