Viajar tranquilos y en menos de una hora cambiar paisajes.
Un asado riquísimo al aire libre. Después, lonas bajo un árbol.
Los niños juegan a la pelota, pelean, se amigan, lloran.
Budín de bananas.
Los más peques, aún en pañales, van, vienen, se tiran encima -uno de otro, de los grandes, de las cosas-.
Se arma la ronda de mate. Continúa la charla, que viene no sabemos de dónde y quién sabe para dónde va.
A unos metros corre un arroyo.
Comer algodón de azúcar entre todos -y algún niño ajeno que se cuela-. Aparece un pedacito de infancia.
Descubrir "pececitos bebés" con un crío de cuatro.
Ver a otros, muchos, disfrutando de la tarde cálida, el pasto, los árboles.
La felicidad nos guiñó un ojo.
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