Confundir el papel envolvente con el regalo. Pensar que el papel no tiene importancia. O que el regalo, si el envoltorio es despampanante, es más valioso.
Creer que la abundancia de palabras es sinónimo de abundancia de pensamientos.
Calcular el valor de un libro por la cantidad de páginas y el costo por la tapa.
Y también.
No poner cariño en el envoltorio total "da lo mismo".
No poder decir/se ni en lo más básico: ni lo que se piensa, ni lo que se siente.
Retroceder porque la tapa es espantosa y perdernos una joya.
Ni muy muy, ni tan tan.
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