Buscábamos -o encontrábamos- frases que nos gustaban, nos expresaban, nos decían hacia adentro y hacia afuera. Solía tener algún lugar donde anotarlas. Siendo varón, no tenía diario -elemento femenil- pero como siempre me gustó escribir, tenía alguna agenda o cuaderno.
Las citas iban desde la biblia, pasaban por canciones, poetas, escritores, filósofos... de alguna manera marcaban una postura, una opción, un deseo, un principio. Teníamos 14, 16 años.
Al leer/escuchar a gente ya grande repitiendo, copiando, reiterando como loros frases de amistad, paz, armonía, odios, posturas, definiciones, siento que no cambiamos tanto. Ya no es la agenda o el diario: es el muro de Facebook, los eternos power points, los mantras de moda.
Una pena, vea.
Una pena, vea.
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